A causa de su geografía y clima, América Latina y el Caribe es una región que en temporada de huracanes muestra de manera dramática los estragos del cambio climático.
De acuerdo con la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés), la temporada 2018 de huracanes en el Pacífico, es la segunda más intensa de la historia en el Océano Pacífico y una de las más activas según el índice de la energía ciclónica acumulada, utilizado por la NOOA, y que cuenta con registros confiables desde 1971.
Por lo que respecta a la zona del Golfo de México y el Mar Caribe, los huracanes denominados “Florence”, “Michael”, “Sergio”, por mencionar algunos de los más intensos, han dejado a su paso grandes pérdidas humanas y económicas.
Basta ver las imágenes que han dado la vuelta al mundo de lo ocurrido en el Pacífico (Sonora y Sinaloa, México), y en Golfo de México y el Caribe (Carolina del Norte, Florida, Estados Unidos; y Panamá) donde la población poco o nada pudo hacer ante la implacable furia de la naturaleza.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha establecido que los efectos del cambio climático son la aparición de acontecimientos extremos con mayor frecuencia, tales como huracanes, sequías prolongadas, inundaciones severas, tormentas de mayor intensidad y disminución de la biodiversidad. (La economía del cambio climático en América Latina y el Caribe, 2015).
Los pronósticos de lo que sucederá en esta zona si no se frena el cambio climático, no son nada alentadores, pues ciudades y áreas rurales serán afectadas bajo diversas formas, alcanzando un mayor riesgo de olas de calor debido al alza de temperaturas y al efecto isla de calor urbano, así como inundaciones repentinas y deslaves asociados a los cambiantes patrones de precipitación.
La amenaza que se cierne sobre las ciudades es un foco de alarma, por lo que de acuerdo a la agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es prioritario considerar el impacto del cambio climático en los procesos de toma de decisiones del sector público y privado para frenarlo.
La agenda incluye que se valoren y se realicen más inversiones en América Latina y el Caribe, destinadas a infraestructura urbana baja en carbono y resiliente al clima, incluidas las redes de transporte para cubrir las necesidades de la población
Atendiendo la capacidad resiliente de cualquier zona afectada, el nivel de impacto y afectación provocado por los fenómenos naturales varía en función de las condiciones geográficas, la eficiencia del ecosistema local, y las habilidades de la población para adaptarse ante nuevas situaciones y cambios inminentes.
Es aquí donde el sector de las TIC juega un papel determinante para el desarrollo de las capacidades resilientes, tanto en ciudades como en áreas rurales afectadas por el cambio climático.
Hoy en día, las TIC en general y los sensores distantes de radiocomunicaciones son las principales herramientas para la observación medioambiental, la supervisión meteorológica y la predicción del cambio climático a nivel global. Otros instrumentos son los sistemas modernos de alerta temprana, predicción y detección de desastres para salvar vidas.
En el caso de la tecnología móvil, ésta provee soluciones basadas en IoT que permiten recolectar información crítica para adaptar y gestionar el impacto del cambio climático, incorporando la disponibilidad de datos de transporte y de condiciones climatológicas en tiempo real.
Aun cuando estas son buenas noticias, no podemos soslayar que tan sólo América Latina y el Caribe representan el 12 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel mundial, que suman 3,9 Gigatoneladas (Gt) de las 47 Gt emitidas durante el periodo de 1990 a 2014, según el Instituto de recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés).
Asimismo, México y Brasil son dos naciones que se encuentran entre las 10 principales emisoras de GEI, sobre la base del total de emisiones globales, por lo que es pertinente plantearse qué estamos haciendo a nivel país para prevenir el cambio climático y revertir sus efectos.
Por ello, además de importante, es urgente, que todos asumamos nuestra responsabilidad de cómo estamos haciendo nuestro paso diario sobre el planeta, al dejar nuestra huella de carbono. Reflexionemos y actuemos. Las generaciones que vienen detrás nuestro también merecen cantar aquella frase del viejo trovador latinoamericano:
“Vengo de un mundo lleno de caminos, montaña, selva, mar, prado y arena……” (Atahualpa Yupanqui)
C$T-GM