Asistir a un concierto de forma presencial y ver la mitad o más canciones a través de las pantallas de los dispositivos móviles que toman videos que en ese momento o después se compartirán en las redes sociales, es una práctica común que muestra la fuerte conexión que existe entre el mundo digital y el real.
Sin embargo, ese deseo e impulso por grabar las experiencias que se viven día a día, podría ser el inicio de un síndrome cada vez más frecuente en la era digital: FOMO, es decir, el temor a perderse algo, por su traducción del inglés Fear of Missing Out.
Las personas con este síndrome buscan constantemente una interacción en redes sociales porque sienten inseguridad al estar “ausentes”. Ello, detona en que aparezcan niveles altos de ansiedad, lo cual comienza a causar diversas consecuencias en la vida de las personas.
Una de ellas es la aparición de dificultades en el ciclo de sueño, lo cual sucede al no poder irse a dormir si el móvil no está a su alcance para leer las notificaciones o incluso desvelarse por estar atentos por si llega algún mensaje.
El proceso de darse cuenta de que alguien puede tener FOMO es muy difícil porque no es una enfermedad “que duele”. Si miras tu teléfono durante todo un concierto, te despiertas por la noche para leer mensajes o consultas Instagram antes de empezar el día, no te da la sensación de que tengas un problema. Por ello, el primer paso es analizar las acciones del día a día y tener mucha sinceridad al responder: ¿paso más tiempo en un entorno digital que en el físico?
Las personas con FOMO pueden presentar uno o más síntomas como los siguientes:
- Las redes sociales son tu actividad cotidiana principal.
- Experimentas sensaciones de autosuficiencia, pertenencia y satisfacción en las redes sociales.
- Aparecen sensaciones de inseguridad, evitación e irritación ante actividades físicas.
- Sufres estrés asociado con experiencias negativas con otros usuarios de las redes sociales, como son los haters y acoso.
- Consultas las redes antes de despertar y antes de irte a dormir.
- Ignoras las relaciones reales, reemplazándolas por interacción virtual.
- Utilizas el teléfono móvil para no perderte experiencias.
- Aparecen sensaciones de ansiedad, soledad, abandono y exclusión por no participar en experiencias relacionadas al entorno virtual.
- Consultas constante y compulsivamente las redes sociales para «estar al tanto» de lo que los demás hacen y actualizas el ‘feed’ de noticias.
- Piensas constantemente dónde y cuándo publicar experiencias personales.
- Sientes decepción cuando la gente no interactúa con las publicaciones que se comparten.
- Existe una tendencia a compararse con los demás y a sentirte inferior si no estás involucrada o involucrado en las mismas actividades o eventos.
Es importante saber que en la interacción digital, el cerebro tiene un rol crucial, pues está comprobado que cada vez que salta una notificación nueva, se genera una subida de dopamina; sin embargo, la ausencia de éstas puede llegar a generar ansiedad, malestar, estrés e incluso depresión.
La reafirmación de la propia identidad y la autoestima son dos de los síntomas más comunes que se esconden detrás del uso excesivo de las redes sociales. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el FOMO no es un trastorno clínico reconocido y no siempre es un problema grave, aunque puede afectar la calidad de vida de algunas personas.
Es cierto que somos seres digitales y que existe un sinfín de herramientas que nos facilitan la vida, pero ¿realmente nos perdemos algo si no estamos en alguna red social?
En realidad, no nos perdemos nada importante. Las redes sociales pueden ser útiles para conectarnos con amigos y familiares, mantenernos informados sobre eventos y noticias, y compartir intereses y pasatiempos con otros. Sin embargo, la mayoría de la información que hay ahí, no es ni esencial ni crítica para la vida diaria, es decir, no son necesarias para nuestra felicidad y bienestar.
De hecho, es más importante centrarnos en nuestras relaciones y experiencias en la vida real, en lugar de estar constantemente en línea. Es importante enfocarse en lo que se tiene en lugar de en lo que se está perdiendo.
Esto puede ayudar a reducir la ansiedad y la presión de estar constantemente conectado y comparándose con los demás. Si se observa que, una persona no puede permanecer desconectada entre uno y tres días, es momento de solicitar ayuda psicológica, ya que quedarse al margen de la tecnología por unos días no tendría que suponer un problema para nadie.
Marcarse tiempos de utilización de la tecnología, sobre todo en Instagram o Twitter, apagar el teléfono de vez en cuando, eliminar aplicaciones que suponen un mayor apego o limitar el tiempo en la propia app son algunas acciones que pueden ayudar si se comienza a observar alguno de los síntomas que hemos comentado.
Como se ha enfatizado en diversas ocasiones, la tecnología es un recurso que se ha vuelto indispensable para la vida, pues es de gran ayuda en muchos aspectos, sin embargo, pasar mucho tiempo en el mundo virtual, puede pasar una factura importante en nuestro mundo físico. Poder tener un equilibrio entre ambos es lo adecuado, de esta manera, no habría nada que temer, sino mucho que disfrutar…
C$T-GM